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miércoles, 24 de agosto de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo XVI

Un beso de despedida

Me visitaste en sueños para despedirte.
Ya lo habías hecho con palabras: " te mando un ángel para que vele tus sueños".
Ese ángel venía a visitarme de vez en cuando a las 2 o 3 de la mañana hace más de 25 años. Lo presentía, abría los ojos, me arrancaba un suspiro y desaparecía como había venido. 
Me dejaba una sensación de paz que me acompañaba todo el día, a veces semanas, hasta que se diluía el recuerdo.
Antes, me habías enviado un beso por el chat:
- Recibe un beso de mi parte en la frente.
-¿Por qué en la frente?
- Porque es tu zona de bondad.
En este sueño te veías como hace un cuarto de siglo:  joven, lozano, sin preocupaciones, sin pendientes.
Me encontraba con mi hermana y mi nana en la cafetería de un pueblito que no reconocí. Estábamos esperando quién sabe qué. Así son los sueños. Me asomé a la ventana y te vi en el área de juegos infantiles, como si me esperaras.
Salí y me senté en las escaleras de la resbaladilla y tú te asomaste desde arriba, divertido y me diste un beso.
Recordé el poema de una cubana
El beso que nunca te di, se me ha vuelto estrella dentro…
¡Quién lo pudiera tornar –y en tu boca…- otra vez beso!
Quién pudiera como el río ser fugitivo y eterno:
Partir, llegar, pasar siempre y ser siempre el río fresco…
Es tarde para la rosa. Es pronto para el invierno.
Mi hora no está en el reloj… ¡Me quedé fuera del tiempo!

En ese momento, la estrella que llevaba dentro, se tornó, en tus labios, otra vez beso. 
Y supe que era la despedida.
No recuerdo qué más pasó en el sueño. Tengo presente que había un tren en el anden y yo lo miraba alejarse...
Mientras escuchaba una canción de Camila:



Y me despedí de tu recuerdo...




Al mismo tiempo, todas nos despedimos de esta pijamada. Sólo habían pasado unas horas y parecían siglos desde que Ella nos confesó que "había apostado" y "había perdido".
Nos prometimos reunirnos más seguido y escuchar a las demás: Diana, Laura, Constanza, Pepa, Alinka, Ella y las que se sumen esta semana.
Por mi parte, yo solo soy la escribidora, como decía mi jefe. Mi historia...


Continuará

domingo, 7 de agosto de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo XV

Cómo Olvidar


El amanecer está cerca. El frío se deja sentir, las pláticas languidecen. Algunas de las protagonistas duermen, Constanza y Luisa observan cómo Pepa y Diana escriben algo en el cuaderno de Ella. De pronto, Pepa deja de escribir y dirige su mirada a la ventana. Hay movimiento afuera de la casa de Morgana. Nadie sabe que sucede. Se oyen pasos apresurados, voces que susurran una cuenta regresiva... y cuando la tensión parece rebasar el nivel de echarse a correr o poner pecho a tierra, se escucha:


¡UFF, qué susto! Solo eran mariachis. Lo bueno de estas serenatas es que las compartes con los vecinos aunque no quieras.
Mientras la música continúa enamorando nuestros sentidos y despertando a quienes se fueron a dormir, Pepa nos muestra lo que ha estado escribiendo con Diana.
--¿Qué es?-- pregunta Constanza
-- Un curso activo para Recordar sin dolor-- responde y nos muestra su proyecto.




--¿Eso has estado haciendo desde que llegaste?-- pregunta Constanza revisando el proyecto. Al fin maestras..
--Sí, ¿qué les parece?
--¿Qué nos parece qué?-- pregunta Ella desperezándose y tomando el papel en sus manos. --Tuve un sueño maravilloso. Soñé...

Continuará

viernes, 22 de julio de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo XIV

Constanza y su aliento

Después de la risa loca por la planchada, algunas han optado por descansar y se retiran a alguna de las tantas habitaciones que tiene la casa de Morgana. Otras, se sientan y dormitan en los sillones coloniales frente a la chimenea (sí, tiene chimenea). Constanza aprovecha que Ella está dormitando para platicarle a Luisa de su aliento...


Ya  instalada en la Casa Azul, Constanza reinicia su actividad laboral en donde Alinka era, además de su compañera  y amiga, su cómplice.

Los días daban paso a los meses y Constanza cada vez estaba más cerca de Su aliento, con saludos fugaces en los pasillos, con pretextos para verse,  ella sin saber que éste tenía un interés mayor y que la observaba desde sus espacios y de tiempo atrás.  En alguna ocasión en la terraza de la Universidad, Constanza y su aliento conectaron con sus miradas y el momento se presentó para compartir un pequeño refrigerio antes de irse a casa. La mayor de las coincidencias en esa ocasión… El gusto por el café y el nombre de sus hijas.
Después de aquella plática en la cual el tiempo transcurrió sin advertirlo, se generó un mayor acercamiento, más conversaciones en los pasillos, saludos más frecuentes  y la propuesta de salir a tomar un café. (Mmmh. ¿Ese café? Pasarían varios meses antes de que esa  famosa cita se concretara). Por fin, coincidieron en una tarde-noche con una rica plática y un delicioso café.
En  algún momento de esta historia, Constanza invitó a su aliento a una boda. Aquel mensaje nunca fue respondido,  y entonces, dando por entendido que no había ningún interés por su parte, decidió alejarse.  Pero la misma cotidianidad del trabajo los reencontraba con frecuencia y el acercamiento se daba.  Constanza se mantenía en tierra, sin generar mayor ilusión.
Una vez más, se le presentó un compromiso  fuera de la Ciudad y tomó la decisión de invitar nuevamente a su aliento. Esa vez la respuesta fue positiva.  Y el tan esperado día llegó, coincidiendo con Alinka y Diana en aquel evento.  Constanza y su aliento ya mantenían una mayor comunicación y una magia inexplicable. Justo en aquel evento la atracción pudo más  y no se resistieron al primer beso. Así inicia una linda y romántica relación en donde ambos expresan a cada momento su sentir y su pensar.
El aliento de Constanza es un poeta que la hace feliz  día con día, le genera una ilusión más de vida, un motor para seguir adelante…  Es con cada mensaje, cada palabra, cada beso, cada caricia, con  los colores como coincidencia, y los detalles de ambos (las galletas, los cafés, los mensajes, los cuadernos con hojas blancas que llenar y compartir)… tantas y tantas vivencias que cada vez los iban uniendo más; que los llevaba a sentirse y encontrarse con mayor frecuencia y disfrutando de su tierno y romántico amor.
Le expresa  a su aliento: “Cuando estoy contigo descubro que el significado de compartir está en todas partes: en un libro, en un café, en una plática, en la música.”
Y  Su aliento responde: “Construyéndote me construyo cada día. Gracias por tu sonrisa, amor y ternura…”
Continuará

sábado, 18 de junio de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo XIII

Planchaba y lavaba



--O sea, no te llevó al río, no te tomó en sus brazos, ni siquiera te besó. ¡Qué onda! Ni una planchadita siquiera—Dijo, Luisa, indignada.
--¿Planchar? Bueno, él sí plancha—replicó Ella.
--Pues claro que sí plancha, pero no contigo—agregó Constanza.
--Me dijo que si quería, planchaba para mí…
No sabíamos si reír o llorar por la candidez de Ella. Optamos por lo primero.
Cuando nos calmamos, Diana quiso precisiones:
--A ver, exactamente cómo te dijo…

22:35 Ella: Hola,   ¿todavía trabajando?
 Él: Sí,  y en la oficina.
Ella: ¡No me digas! Yo voy llegando.
Él: Pero  acaso, eso es una bendición.
Ella: ¡Oh, no tanto!, con los quehaceres que no se acaban…:(
Él: Pero… ¿ no planchas?
 Ella: Eso sí que NONONONONONO. ¿Tú sí planchas?
 Él: ¡Y claro que sí!  Es bueno para la salud, particularmente el sistema circulatorio.
Ella: ¡Si, Chucho, cómo no! Eso dicen por vender.
 Él: ¡¡Pruébalo!!
Ella: Ni hablar, desde hace 25 años, no plancho, solo en defensa propia.
Él: Hay que abrir la mente a nuevas opciones…
Ella: ¿No has intentado la ropa wash and wear? Es maravillosa. ¿O la manta corrugada?
 Él: Sí, pero el lino y el algodón son telas deliciosas.
Ella: Te concedo la razón, y solo en esos casos, sí llego a planchar, pero solo mi ropa.
Él: Ahora que si tienes problema con eso, yo estaría dispuesto a planchar para ti.
Ella: MUCHAS GRACIAS, pero toda mi ropa está diseñada para no plancharse, y solo tengo dos o tres blusas y dos o tres vestidos que lo requieren.
 Él: Allá tú con el gasto de tintorería…
Ella: Tampoco tengo ropa de tintorería, solo mando mis sacos.
Él: Entiendo, ¡no quieres dejarte consentir!
Ella: Prefiero que me consientan de otra manera J
Él: ¿Estilo clásico? ¿A la Romeo y Julieta o cómo?
Ella: No soy exigente, un buen masaje o una buena charla obran milagros.
Él: Entonces, cuenta conmigo.
Ella: ¿Para cual de los dos? :)
Él: Los dos, creo es lo mejor. No hay razón para limitarse ¿o sí?
Ella: ¿Se puede todo? ¿Puedo pedir otra cosita?
 Él: ¿Helado, te?   quizás frutas...? No sé, tú di. La imaginación es el límite.
Ella: La paz mundial....  jajajajaajajaj   jajjajjaja
 Él: El chiste es que tú lo digas para que se haga…

--Si serás mensa, Él quería consentirte y no te dejaste—dijo Luisa entre carcajadas.
Continuará...

lunes, 23 de mayo de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo XII

La tía Ella
A diferencia de las tías de Ángeles Mastretta, la tía Ella vivía en la Ciudad de México y no en Puebla,  con un ritmo acelerado entre cursos en línea, clases presenciales, hijos adolescentes, un marido y muchas ganas de hacer cosas. Tenía pechos generosos, poca retaguardia y unos ojos que se quedaban riendo, aún cuando la cosa se ponía seria.
Le gustaba bailar, tocar la guitarra y cantar.  En alguna ocasión, una compañera le reclamó que “su novio” se había enamorado de su voz en una reunión de la prepa. Pues, ni modo, no iba a dejar de cantar. Nunca le dio entrada a ese chico, pero tampoco nunca la volvieron a invitar a esas fiestas… las amigas.
Tuvo cuatro novios, o mejor dicho, tres, porque el segundo no lo fue de cierto. El primero era un dulce, sencillo y medio lento, pero cuando se puso “francés”, lo mandó a paseo. Lo de “francés” era un término acuñado por sus tías abuelas, que implicaba un beso de ese estilo y unas manos de pulpo que buscaban “aquello” que se debía conservar oculto hasta el matrimonio.
El segundo, como la canción de Silvio Rodríguez, rompió todos sus esquemas, sin declaración de inicio o final; más desencuentros que encuentros, oposición familiar unánime. Sin embargo, aquello del dulce gozo de saberlo clandestino la llevo a compartir su cocina y su mesa, más no su cama. No, una chica decente no hace eso. Su presencia se grabó en una parte de su subconsciente a fuego y hierro, y su desaparición súbita lo encapsuló para siempre.
El tercero, una persona noble, de gran corazón como su cuerpo, pero sin la chispa que buscaba la tía Ella,  pasó con más pena que gloria, eso sí, con muchas flores, chocolates, detalles y más detalles que no lograron allanar el camino hasta su corazón, pero sí el de todos aquellos que disfrutaron sus atenciones: hermanas, hermano, nana, mamá…
El cuarto, con manos grandes, boca de fresa, güero, galante, atractivo –solo para sus ojos-, persistente, se mantuvo entre bambalinas desde el primero hasta el tercero, y cuando vio la oportunidad, saltó a escena y la conquistó, de eso hacía más de 25 años, dos hijos, un departamento y dos coches.
Durante 25 años, la tía Ella se había acostumbrado a vivir pendiente de los horarios de los hijos: conseguir un trabajo por las mañanas mientras los críos iban a la escuela, estar en casa los fines de semana, llevarlos por las tardes a sus actividades. Comida con sus padres los domingos. Alguna que otra salida al cine, alguna que otra reunión con las amigas de la maestría.
En el plano profesional y académico, desde hacía 5 años había decidido crecer ante las reticencias de su mareado de avanzar en la carrera y de su insistencia de poner un negocio. Fue una ruptura emocional, que no física, pero al fin ruptura.
Cercana ya a los 50 años, la tía Ella había conseguido su grado de maestría, un lugarcito en una institución oficial de prestigio, clases en varias universidades y otras monadas. Se sentía plena y satisfecha en el plano profesional y académico, pero no así en el emocional. Movida por quién sabe qué artes (¿la cadencia, la vida o la divina providencia?), juegos de palabras o acceso a la web, desenterró la cápsula del tiempo y la actualizó. Si fuera computadora, se diría F5.
Con un clic, un buscador y una ecuación booleana, encontró los rastros digitales de una sombra. Y descubrió que el tiempo sí pasa, nada permanece intacto, solo el recuerdo o el ideal.
No fue necesario un campanario o un sótano, solo el recuadro de un chat, un documento Word, una comida y un café, para darse cuenta de lo diferente que era el recuerdo con la realidad. 
Sin embargo, el encuentro furtivo entre bytes le permitió mantener una sonrisa en los momentos difíciles que pasó toda la familia por un problema de grandes proporciones. Nadie comprendía cómo era posible que mantuviera una sonrisa en esos momentos y no se derrumbara como le pasaba a los demás. Nadie, salvo su marido que en todo momento le preguntaba:
--¿De qué te ríes?
--No me río, sonrío—respondía la tía Ella.
Tenía muchas cosas de qué sentirse feliz aún dentro de la crisis familiar: de sus hijos, que habían ganado el derecho a estudiar en la mejor universidad de México; de que le habían caído trabajitos extras. Pero sobre todo, de que había una presencia del pasado en quien pensar para abstraerse de la rutina y de las guardias cargadas de tensión.
Y aquilataba esa presencia, más virtual que real, que respondía a altas horas de la noche y compartían una parte del trabajo de cada uno desde su lado en la red. Un desayuno tardío y una caminata por las calles céntricas de la ciudad, le informaron a la tía Ella que ese camino estaba vedado para nada más que una amistad. La llegada del metro en el sentido que Él llevaba y una despedida sorpresiva dejó el asunto en veremos: ¿cuál era el pendiente que se quedó silenciado por la distancia? ¿Cuál era “la pregunta” que nunca respondió?
Dicen que la tía Ella durante muchos años guardó ese pendiente junto con un poema de la cubana Dulce María Lynaz:

El beso que nunca te di, se me ha vuelto estrella dentro…
¡Quién lo pudiera tornar –y en tu boca…- otra vez beso!
Quién pudiera como el río ser fugitivo y eterno:
Partir, llegar, pasar siempre y ser siempre el río fresco…
Es tarde para la rosa. Es pronto para el invierno.
Mi hora no está en el reloj… ¡Me quedé fuera del tiempo!

Continuará…

domingo, 15 de mayo de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo XI

Otra mujer de ojos grandes

--¿Y te llevó al río?
--¿Y tus pechos se abrieron como ramos de jacintos?
--¿Se encendieron los grillos?
--¿Te regaló un costurero?
--¿Qué es una abuela de ojos grandes?—preguntó Morgana.
Todas la miramos. No había comentado mucho y su cuestionamiento nos hizo reír.
¡Qué es una abuela ante tanta sensualidad derramada en el poema de García Lorca!
Sin embargo, Ella tenía una explicación…
--¿Han leído Mujeres de ojos grandes de Ángeles Mastretta?

No lo sé de cierto, dijo Él.
Yo tampoco.

Y en esta duda busco entre las “Mujeres de ojos grandes” (Ángeles Mastretta, 1990) una razón, una idea, una solución. Y solo encuentro “la cadencia”, aquello que “la vida” pone, o da la “divina providencia”.
El ambiente de todas esas mujeres es religioso y remilgado, con olor a incienso, con ruido a campanario, en el desorden feliz de una vida que era tranquila, entre galletitas, rompope, costura y rosario.
Y cada una de ellas busca la manera de empatar su Uno con ese Otro que llegó de sorpresa, o lo trajo el recuerdo, o se encontró en la calle o frente a una fogata.
Algunas  historias inician en la juventud y permanecen olvidadas hasta que un algo detona el recuerdo:
--¿Quién investiga en tus ojos?, la pregunta de la tía Celia;  el sabor a níspero, como a la tía Leonor; el olor a especias como al novio de tía Clemencia. A veces se recupera el tiempo. A veces se pierde la razón.
Otras situaciones se van dando poco a poco y continúan hasta que se agota el amor, se desgastan las ganas, se pasa del querer sublime al desapego, al olvido, a la desaparición, a la muerte.
De entre todas, me quedo con la tía Daniela, “que se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota”. Que perdió la razón y las ganas de vivir completamente y solo la repetición tediosa de la situación, logró convertir al susodicho en algo trivial.
Me gustaría tener el amor del marido de la tía Magdalena, quien se puso furioso con el amante de su esposa porque la hizo llorar, y no  valoró en toda su magnitud a esta mujer maravillosa, trabajadora, alegre, la razón de su existencia.
Pase lo que pase, siempre queda una historia ¿y dónde queda la mía? Aquí que no hay campanarios que escalar, ni sótanos que descubrir, ni árboles a los cuales subirse. No hay misas que inventar, quesos que traer, abuelas que visitar. Sólo hay bytes, chats, e-mails, un café, una caminata, un “No pasó, solo pudo ser”.
Sigo buscando ese detonador que abrió el túnel del tiempo, y mientras, escribo la historia de la Tía Ella.
Continuará...

jueves, 5 de mayo de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo X


El rio 

--¿Le mandaste ese cuento?-- preguntó Diana sumándose a la conversación.
--Sí, y mira lo que me dijo días después..



-     --¿Te puedo llamar ahorita?
Remitente:
Ella
-  ¿Para contarme un cuento
antes de hacer el amor?
Remitente:
Él
-       --Nunk conseguí el libro
     Yo creo que lo quemaron los del PAN.
     No respondiste mi primera pregunta.
Remitente:
Ella
-  Si es para “contarme”
un cuento, con mucho gusto.
Remitente:
Él
-      --Aún no escribo otro.
Remitente:
Ella
- ¿Y cuántos van a ser?
Remitente:
Él
-      --No lo sé. He escrito más en estos
últimos 6 meses, que en los últimos
 10 años. Causas ese efecto en mí.
Remitente:
Ella
- O sea que es de cuento largo.
Remitente:
Él
-      --Oh, sí.
Remitente:
Ella
- Y yo que pensé llevarte al río…
Remitente:
Él 
-  ¿Creyendo que era mozuela?
Remitente:
Ella
- Siempre lo he supuesto.
Remitente:
Él
------ - Entonces… llévame al río.
Remitente:
Ella
-No me saques del error y quizás
 algún día mojemos juntos
 nuestros pies
Remitente:
Èl
--         ¿Quién dice que en una dimensión
alterna, no lo hacemos ya?
Remitente:
Ella
- Entonces tenemos límites que
pueden sernos desconcertantes.
Remitente:
Él
        -- El mundo real es sólo un inconveniente… 
      La imaginación es el límite.
Remitente:
Ella

Ella: :)
Él: Hola Ella, hoy estás muy inquieta o muy activa, como se quiera ver.
Ella: Gracias por la converSMSación
Él: Hoy es el cumpleaños de mi abuela, una tapatía de ojos grandes e ideas muy conservadoras, de quien conservo una agradable memoria.
Ella: ¿Y qué decía tu abuela?
Él: Desde luego diría que una relación de cuatro es una invitación al diablo a cenar.
Ella: Oye, tu abuela conocía a mi abuela, decían lo mismo.
Pero recuerda que estamos en otra dimensión.
Él: No creo que para ellas hubiera diferencia. El rio es el rio
Ella: ¿Qué tienes contra el rio?
Él: Solo le temo, pero si tú quieres ir, vamos.


--¿Y te llevó al rio?-- preguntó Luisa atenta a la conversación entre Ella y Pepa.




Continuará...

sábado, 23 de abril de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo IX

Cuentos para antes de hacer el amor
--¿Sigues con Él?—pregunta Pepa, siempre tan directa, a Ella.—¿O sigues mandándole mensajitos?
--Ahora son cuentos. ¿Quieres ver uno de los más recientes?
En una ocasión, la directora de la escuela donde trabajaba me pidió que organizara una Feria del Libro. Hicimos un diagnóstico de gustos de lectura, y después, junto con otra maestra, fuimos de librería en librería buscando aquellos que nos habían encargado y otros más para satisfacer a todos.
Compramos ¡uf! Los que quieras: de terror, de espanto, de animales, de consejos, de dibujos, de lucha, de superación personal, de recortar, de deportes, etc. Toda una amplia gama de temas y precios para los alumnos de entre 12 y 16 años.
La última librería que visitamos fue Gandhi y solo para satisfacer cierta curiosidad de la maestra que me acompañaba: buscaba algo para bebés.
En la búsqueda, encontré un libro que me llamó mucho la atención: “Cuentos para antes de hacer el amor”. Estuve tentada en llevármelo, pero decidí dejarlo porque con lo distraída que soy, lo hubiera dejado junto con los otros. ¿Se imaginan un título así entre “Cuentos de terror” y “Mi maestra es un monstruo”?
La feria fue todo un éxito, se vendieron hasta los catálogos y  folletos que conseguimos. Al final, recordé mi libro de cuentos y me prometí que volvería pronto  por él.
La verdad, tardé un buen rato en regresar a la librería, hasta que un día, con presupuesto y tiempo, entré por esos pasillos olorosos a nuevo, a tinta, a papel, a pasta dura y rústica; a conocimiento heredado y convertido, a nuevas ideas y viejas concepciones; a guerra, a paz; a manuales de redacción. Todo un templo de palabras a disposición de quien las necesite o las ame.
No contaba con que en ese tiempo que tardé, la librería tendría otras ofertas y habría colocado nuevos libros en los estantes en que antes se mostrara el que yo estaba buscando. ¿Cómo se piden  “Cuentos para antes de hacer el amor”? ¿A quién? ¡Qué pena!
Di varias vueltas por donde lo vi, revisando lentamente cada ejemplar de la casa editorial. Las manecillas del reloj estaban llegando rápidamente al punto en que tendría que salir corriendo por mis hijos a la escuela. Tardé un buen rato en decidir  que mi instinto y mi olfato no me guiarían al objeto de mi deseo.
Roja de vergüenza, me dirigí al primer empleado de camiseta amarilla y pantalón oscuro que me observaba con cara de curiosidad desde que entré. Pensé que pensaba: “Ya necesitarás de mis servicios, tarde o temprano, todos preguntan”.

--Perdón, estoy buscando el libro “Cuentos para antes de hacer el amor”—dije rápidamente para que no se notara mi turbación.
La persona en cuestión se tomó su tiempo, abrió los ojos grandes y espetó:
--Yo no trabajo aquí, pero…
Salí corriendo, no esperé la segunda parte de la frase.

La respuesta de Él a este cuento fue...
Continuará

lunes, 18 de abril de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo VIII

Ya lo bailado...


--!Abran la puerta...!-- dice Morgana a quien conteste. Alguien lleva un buen rato tocando el timbre.
--¿Es el pasado? --pregunta Luisa.
--No tonta, debe ser Pepa, avisó que llegaba tarde.
Pepa era otra maestra del clan. Impredecible, dicharachera, siempre con una historia que contar. En cuanto cruzó la puerta, comenzó a hablar:
--¿Qué creen que me pasó y a quién creen que me encontré...?
Es una pregunta retórica, porque sabemos que nos platicará de todos modos:

Era la primera vez que lográbamos sincronizar agendas para cenar, después de muchos meses de planeación, intentos fallidos y frustración, y teníamos que encontrarnos precisamente a Isabel, la maestra con quien menos contacto tenía en la escuela. Y para colmo, iba acompañada de su marido.
Me anticipaba al placer de disfrutar un momento juntos, luego de unas semanas marcadas con tanto trabajo, casa, hijos, compromisos, responsabilidades. Lo apreciábamos como un espacio-tiempo ganado a la rutina. De veras que no lo creía cuando todo coincidió para vernos. Pero algo tenía que salir mal: y allí estaba, en la figura menudita de Isabel y su corpulento esposo.

¡Vaya suerte la  nuestra! Habíamos elegido el lugar por encontrarse en un barrio pobre, alejado de los locales de moda donde podríamos ser reconocidos por familiares, amigos, clientes, alumnos y vecinos propios y de nuestros cónyuges.
El lugar estaba lleno a reventar, no sé si de parejas furtivas como nosotros o solo de acompañantes ocasionales. Era un local sin chiste, pero ideal: poca iluminación, precios razonables, música no muy fuerte, mesas para cuatro personas, aunque generalmente ocupadas por dos.
Nos acababan de asignar una  mesa en una zona cercana al rincón, y justo, cuando me daba un beso, Isabel miró en la dirección en que yo estaba y sonrió tímidamente. En una acción repentina, tomó la mano de su esposo y se encaminó a donde nos encontrábamos. Miré a mi pareja con cara de pánico ¡Vienen hacia acá! Ni como correr.
Isabel había cambiado un poco desde que comenzó el año escolar: de ser una persona anodina, con el cabello recogido en una coleta sin chiste, blusas holgadas y sin maquillaje, había empezado a usar labial discreto, sombras pastel. Ahora peinaba su cabello con una ondita aquí, un brochecito allá, que mostraban una coquetería sutil muy femenina. Se le veía una chispa nueva en la mirada que yo le atribuí a sus lentes de contacto. Sí, eso era, se había quitado los lentes redondos y anticuados y ahora usaba de contacto.
Mi acompañante, un tanto nervioso, me susurró: “Tranquila, yo me encargo”, y me regaló  una de esas sonrisas que siempre me derriten. El esposo de Isabel, desconcertado, intentó detenerla suavemente, pero fue empujado por alguien y no tuvo más remedio que acercarse.
¡Las presentaciones! ¿Cómo iba yo a presentar a mi detalle: El Señor X…Mi amigo Tal…Mi querido? Parecía escuchar el mecanismo de mi cerebro andar a mil por hora para dar con una respuesta ingeniosa que nos sacara del atolladero cuando Isabel, en un abrazo espontáneo, me dijo al oído: “¿Me acompañas al baño?”. Claro, cualquier cosa que retrasara el momento de la verdad y me diera tiempo de pensar.

¿Qué decirle si vio cómo me besaba? ¿Qué era mi primo cariñoso, mi amigovio, amigo con derechos? Ella sabía que yo estaba casada, pero no conocía a mi marido, ni yo al de ella. ¿Cómo reaccionaría su pareja al saber    que se encontró a la compañera de trabajo de su mujer en compañía del “otro”?
Mi angustia se reflejó en la cara de Isabel, una vez que entramos en el tocador de Damas, y antes de que pudiera hacer o decir algo, me pidió: “Por favor, no le digas a nadie que nos encontramos. Mi marido salió de viaje de trabajo y es la  única ocasión que tenemos para vernos Mauricio y yo.”
¡Uff, respiré tranquila! Ahora sí, que vengan las presentaciones, la comida, la bebida, que tenemos mucho que platicar. Después de todo, lo bailado ya nadie nos lo quita.
Continuará...

BREVEDADES PROFUNDAS de Eyn

Tu aroma

Soy una historia más de mujeres, como creo que habrá otras iguales, o a lo mejor no.
Viví 20 años casada con un hombre "bueno" hasta dejó de serlo: me fue infiel y me divorcié. Después de tres años, estaba convencida de que había sido lo mejor, claro el divorcio. Antes profesora por la mañana y mamá y ama de casa el resto del tiempo. Todo era la familia. Jajajaja, si me hubieran dicho en esos tiempos lo que iba a vivir a los 45 me hubiera reído hasta desmayar.
Y es que por esas fechas, llegó a trabajar a mi escuela un profesor muy joven: 30 años de 1.80 de estatura, fornido y guapo (para mí). Se empezó a juntar conmigo en todo momento: me seguía, me quería acompañar a todos lados. Se asomaba desde el pasillo, el piso superior o el marco de cualquier puerta para verme llegar --tarde por cierto--. Yo atravesaba el patio de la escuela para llegar a mi aula y sentía su mirada como una sombra que no se despegaba de mí hasta que por fin cruzaba por la puerta.
Cuando no lo veía mirándome, de pronto, se aparecía ante mí y lo oía decirme al oído: "No necesito verte llegar, sé que has llegado porque percibo tu aroma desde donde esté". Bueeeno, esas palabras dichas por él, en esos momentos, hasta me parecían broma o juego. Yo le decía: “No te burles” o “¡¡te volviste loco!!!!”. Luego empezó a mandarme mensajitos lindos por el celular, todos los días, todas las noches y eso me hizo sentir especial, me sentí nuevamente adolescente y mi panza experimentó de nuevo mariposas.
Entonces el flirteo se volvió mutuo. Él me dijo que yo le atraía. No le quería creer pero era muuuy evidente. A menudo se le notaba la ansiedad cuando estábamos cercanos en espacio, pero tan lejanos en tiempo, pensaba yo. A mí me daba risa su alteración y caminaba, se paseaba, iba, regresaba y no se alejaba. Una de esas tantas veces sentí que una corriente eléctrica recorría mi cuerpo de pies a cabeza junto con un impulso loco de abrazarlo y besarlo que tuve que contener muy a mi pesar.
Llegó el día que me dijo querer ser más que mi amigo. “Jajaja”, me reí. Le contesté: “Busca una chica linda de tu edad, yo te llevo muuuuchos años”. Él me contestó que eso no importaba, que me invitaba a vivir el momento, a disfrutar la vida, que me admiraba, me quería y le encantaba, así: "!!ME ENCANTAS!!”. Yo me sentí muy confortada, mi ego hecho añicos hacía tres años se levantó y entonces recuperé mucho de mí, volví a ver mi esencia.
Quiero decirles que me resistí, muchas veces vencí el deseo y me negué, pero el día que él me dijo: "TE QUIERO COMER A BESOS, ME ENCANTAS" y me robó un beso entre tierno y apasionado en la boca, no pude más y correspondí.
Desde entonces vivo cada día, cada instante, pensando en él. No sé cuanto dure, no sé a donde me lleve. Sé que es una locura, yo no la busqué, pero llego a mí y lo adoro.

sábado, 9 de abril de 2011

LA POSIBILIDAD Capítulo VII

¿Quién le abrió la puerta al pasado?


Se ha hecho el silencio. Nos miramos todas y nos preguntamos ¿quien le abrió la puerta al pasado? Ella piensa en voz alta...

 “El pasado no regresa si no le abres la puerta”, leí en el mensaje personal de Lula. No le entendí, seguramente se refería a algún suceso de su vida. Sin embargo, presagiaba cambios en la mía…
¿Quién le abrió la puerta al pasado? Me pregunto y sigo cuestionándome. Cómo fue que dejé pasar una idea perdida en el tiempo, y al hacerlo, se fueron abriendo ventanas, hoyos, agujeros, puertas y más puertas… primero él (convertido en huracán y en canción de Lady Gaga), luego aquélla, después fotos, y finalmente, mi diario que da cuenta de cada plantón y desplante de que fui objeto durante una temporada.

¿Quién lo dejó entrar? ¡Vaya pregunta! fui yo, explorando el ciberespacio en busca de información. Pero cuando abres una pequeña ventanita, se desatan fuerzas desconocidas que acaban por abarcarlo todo, y más ahora, que estamos a solo un clic de distancia y a dos segundos de cualquier persona alrededor del mundo, digo, si tienes banda ancha y una buena computadora.
He descubierto que no hay casualidades, sino causalidades, aunque el  motivo real y último no se manifieste claramente a la primera. Es como cuando tomas un camino y no otro, y te salvas de que te asalten, o te encuentras a alguien que será importante en tu vida. “Los caminos del señor son inescrutables”, dice él.
Releyendo mi diario, encuentro a los mismos personajes que se repiten después de 20 años (25 para ser exactos). Los mismos que reaparecieron cuando abrí la puerta. Y recuerdo: “Todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten dos veces… la primera vez como tragedia y la segunda vez como comedia”. (K. Marx, Introducción al 18 brumario).
Pido: ¡Por favor, Dios, que ésta sea la comedia!, me hace falta reír un poco.
También me hace pensar que en esta vida ya están repartidos los papeles y los guiones, que nos movemos dentro de un escenario que solo da vueltas, una escenografía que unas veces muestra un radiante sol con florecitas y abejitas; otras, un huracán que deja el paisaje en la desolación total; en algunas ocasiones, es un espacio rutinario donde sube y baja el telón, y nada se mueve. A veces el cambio es drástico, a veces más relajado.
Comparo los personajes del pasado  y del presente, y hemos cambiado. Ya no somos los mismos. El maquillaje y el vestuario han evolucionado con la moda. El parlamento presenta un cambio de formas, pero no de fondo. Las fotos me regresan mi imagen tersa, sin arrugas y sin canas, que si bien hoy son disimuladas con el maquillaje y el tinte, yo sé que están aquí.
Los mismos personajes… hemos avanzado por diferentes rutas hacia distintos destinos, para encontrarnos en un lugar sin lugar ni tiempo. Allá, arriba, en la web, la telaraña mundial. ¿Atrapados en una historia?
Por favor, que esta repetición de la historia sea la comedia, ya he llorado mucho.
Continuará...

viernes, 8 de abril de 2011

BREVEDADES Profundas

Esta es una historia más en la vida de una mujer. Sí, una mujer como muchas que trabajan, que cree en sí misma, que tiene sueños, ilusiones y ganas de caminar junto con su familia y con su pareja. Sí, eso dije: "con su pareja", quien se supone es su apoyo o, debo decir, era... porque hace poco, cuando junto con mis socias iniciamos un proyecto que demandó mucho de nuestro tiempo,  a partir de éste, cambió. Hoy no está cerca. Me pregunto: ¿por qué un hombre quien se supone es tu apoyo como pareja, te da la espalda cuando esperas lo contrario?, ¿será que quiere más de mi atención? ¿No se debe llamar a esto egoismo? Pues bien, una vez más una respuesta no esperada. 
Hasta la próxima. 
Penélope

domingo, 3 de abril de 2011

LA POSIBILIDAD Capìtulo VI

Constanza y el regreso a La Casa Azul

Son apenas las 10 de la noche y parece que ha pasado mucho tiempo y muchas vidas: Ella y Èl; Diana, Mario y Gerardo... Diana nos conmovió. Sólo ella sabe la fuerza de las palabras, de la ùltima palabra.
Constanza se anima y nos permite asomarmos a la Casa Azul...
Ya hace algunos años que Constanza, Victoria y Esteban vivían solos con el abuelo. Hace ya casi  tres años  que decidió salir de la ciudad más grande y mudarse a la ciudad de Querétaro. ¿Para qué? Para buscar un mejor ambiente para ella y sus hijos.  Esta decisión (aunque difícil) fue un intento de cambiar de vida e incluso de mantener una distancia mucho mayor con el padre de sus vástagos, la cual era ya muy desgastante. 
Constanza se alejaba así de “La Casa Azul”, dejaba el lugar en dónde habían nacido y crecido los niños. Pero más importante, dejaba al abuelo: un gran hombre, noble, detallista, leal, cariñoso, consentidor, romántico, un pintor, bohemio y amante de la música y el arte. ¡Un hombre admirable!
El abuelo, triste por la partida de los niños y Constanza, se quedó  con todos sus recuerdos: el más importante, Mamá Cris, quien hacía 17 años se fue por una enfermedad… Ella era una  mujer refinada, detallista, trabajadora, gran mamá y la iniciadora de ese gran proyecto: “La Casa Azul”.
Vivir en Querétaro fue una experiencia maravillosa para los tres, donde se construyeron grandes amistades. Hubo momentos divertidos: el ballet de Victoria y el foot de Esteban, tiempos y espacios de tranquilidad, paz y armonía. Disfrutaron esa ciudad tan hermosa con sus arcos, su cultura e historia siempre presentes, las calles y casonas antiguas, los paseos de los fines de semana en el centro con sus artesanías y luces, el cielo limpio y estrellado, las mañanas caminando por el centro sin gente y disfrutando la humedad y de un buen café, tantas cosas lindas. Constanza no deja de suspirar por esos momentos.
En una visita a la gran ciudad después de algunos meses en provincia,  se encontró a un personaje mucho mayor que ella (a quien ya conocía desde hacía muchos años), intercambiaron datos y tiempo después, la buscó.  Al principio se dio una amistad linda, hasta que las mentiras y la hipocresía destruyeron la relación y la decepcionaron enormemente.
En otro viaje a la gran ciudad, Alinka la llamó y le ofreció una oportunidad de trabajo. Esa situación le generó a Constanza una serie de dudas y miedos: significaba dejar la tranquilidad que tanto disfrutaba y a muchas amistades, pero también era iniciar un proyecto que ella había esperado. A Victoria y Esteban les encantó la idea de regresar a su casa… “La Casa Azul” (su espacio). Y finalmente tomó la decisión y regresaron.
La invitación de Alinka representaba para ella hacer un esfuerzo enorme por trasladarse a grandes distancias y dejar de dedicarles más tiempo a los niños, pero logró organizarse.  Y ahí en ese espacio, con ese esfuerzo y feliz por la oportunidad, Constanza conoció a “Su aliento, Su Ilusión”… Ese hombre que jamás imaginó que llegaría y que tanto había esperado…
Continuará...

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